
La vergüenza es una emoción que todos tenemos alguna vez. Consiste en un temor a la valoración de los demás, que nos paraliza y hace que busquemos ser invisibles. Tiene una función adaptativa de protección de la imagen de uno mismo, sobre todo en los momentos de cambio, por ejemplo ante nuevos desconocidos. En los niños y niñas suele aparecer a los dos años, cuando empiezan a autoevaluarse y, para ello, comienzan a dar importancia a la impresión que imaginan que causan en los demás. Ya empiezan a conocer sus limitaciones, todos las tenemos, y en ocasiones prefieren no arriesgarse, no responder, incluso esconderse. Es típica la llamada “timidez ante el extraño” que aparece cuando conocen a nuevos adultos, hasta que les cogen confianza.
Suele ser una fase pasajera que empieza a desaparecer a los tres años. La convivencia con otros niños, intensa en la Escuela Infantil, ayuda a que el pequeño se atreva a relacionarse con sus iguales y con los adultos. Pero puede haber niños menos atrevidos. Para ayudarles lo primero es respetar sus momentos de retraimiento y nunca forzarles cuando la vergüenza aparece. Y, naturalmente, menos aún etiquetarles, aunque sea con la intención de disculparles: “es un poco tímido”. Si aceptamos con naturalidad su temor a actuar o hablar, si les damos tiempo, probablemente se irán tranquilizando. Para fortalecer su autoestima hay que elogiar sus logros, reaccionar ante sus fallos como normales y evitar siempre cualquier tipo de comparaciones.
Los Carnavales son una ocasión de que cada niño o niña superen su posible timidez y se atrevan a lucir sus disfraces con alegría, y un cierto humor. Es muy positivo que vean como sus padres y abuelos se implican y como las profesoras los celebran y elogian. Se están atreviendo a mostrarse ante todos, incluidos sus compañeros, de una forma “diferente”, reírse de eso y sentirse iguales en la valoración de todos.
Centro de Educación Infantil Sambori.