
Este mes pasado hemos estado trabajando las emociones de enfado, amor y ternura tan pertinentes en el periodo de adaptación.
El enfado de un niño siempre siempre es una señal que debe ser interpretada. Algo no va bien: ha tenido un “mal día” en casa, algo, tal vez una indisposición, le hace estar a disgusto, un deseo se ha visto contrariado, ha tenido una pelea con otro niño de la que se siente perdedor y busca la ayuda de la maestra… Lo que está pidiendo el niño es al menos sentirse acompañado, reconocido en su contrariedad (que muchas veces no estará en nuestras manos solucionar) y ayudado. La receta, para todos los casos, es la ternura, la muestra de empatía, de que nos ocupamos de él, en definitiva que ante el problema que está en el origen del enfado, con solución o sin ella, le ofrecemos todo nuestro amor.
El enfado de un pequeño se puede expresar de muchas formas. La más frecuente son los lloros con más o menos dramatismo. Ante ellos hay que mantener siempre la calma y ofrecer al niño, desde tranquilidad, que estas allí para ayudarle, que es mejor que se calme, y proponerle otros motivos alcanzables para que lo haga. Pero hay otras formas de enfado que también tienen que ser reconocidas por la educadora: indisposiciones del cuerpo, tendencia a aislarse, empezar a “portarse mal” en casa, ser agresivos con los compañeros, etc. Todas estas situaciones deben ser analizadas como posibles manifestaciones del enojo del niño. A veces un juguete “preferido” (llamado en psicología objeto transaccional) es suficiente para calmarlo, es como una muestra permanente de qué es querido también por su familia, aunque no estén en ese momento con ellos.
El periodo de adaptación es muy propicio para que el niño o niña se sientan enfadados. Se ha producido un cambio importante. Otro espacio. Otros adultos cuidadores diferentes a su familia. Otros compañeros que se pueden vivir, en ocasiones, como competidores. Los padres o abuelos también se están adaptando a la separación, y es importante que lo hagan resueltamente, para que el niño o la niña se sientan pronto seguros en su nueva vida. Hasta las maestras pasan su periodo “de adaptación”, nuevos niños que conocer, que comprender, que acoger con su afecto.
En definitiva al enfado opondremos siempre nuestro amor, lo que ayudará a ir haciendo aflorar también en ellos y ellas los sentimientos de este tipo.
Centro de Educación Infantil Sambori.